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En la pequeña provincia de Yehud, en el siglo VI a. C., el profeta Zacarías estaba entregado por completo a las realidades de su propio tiempo, pero nunca se encerró en ellas. Sabía que la vida presente debía vivirse a la luz de un día futuro en el que “el Señor será uno, y uno su nombre”, y en el que ese Dios “será rey sobre toda la tierra” (Zac. 14:9). La firme convicción de que el reino de Dios vendría, y que su voluntad se cumpliría por muchos obstáculos que los seres humanos pudieran poner en su camino, era lo que dirigía la predicación de Zacarías. Esta seguridad inquebrantable proporciona ese carácter tan especial al libro de Zacarías y unifica sus distintas visiones y oráculos. La exposición magistral y perspicaz de Barry Webb nos desafía a apropiarnos de la convicción de Zacarías y a centrar nuestro anhelo por el reino de Dios en la persona de Jesús, el Mesías.
“progresaba hacia Jerusalén. De modo que es a él mismo a quien” (Page 159)
“En vista de todo lo ocurrido anteriormente, debe tratarse de Josué y Zorobabel. Son literalmente ‘hijos del aceite’.” (Page 113)
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es’, o de una forma más literal ‘hay una nueva creación’83” (Page 47)
“Tiene un depósito en la parte superior del que fluye el aceite continuamente” (Page 111)
“Sembráis mucho, pero recogéis poco; coméis, pero no hay suficiente para que os saciéis; bebéis, pero no basta para que os embriaguéis; os vestís, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota’31. El síndrome del monedero (o cartera) con agujeros ¡también es un mal conocido en el mundo actual!” (Page 31)