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Thomas Goodwin (1600-1679), el gran teólogo inglés del siglo XVII, logró diseccionar con ella las entrañas de algo que todo cristiano debería tener como modelo y ejemplo de vida: el corazón de Cristo. No es tarea fácil, pero la habilidad de Goodwin para captar detalles y matices que nos proporcionan las Santas Escrituras, y su razonamiento agudo, pero natural, dan como resultado una obra profunda, rigurosa, de gran valor para los creyentes de cualquier época y estado.
“No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo (Salmo 103:9), pero que en el original se lee: No guardará el enojo hasta el fin. De modo que el alcance de estas palabras consiste en mostrar que el corazón y el amor de Cristo siempre estarían con ellos y que sería para siempre, aun cuando él se hubiera ido al Padre. Asimismo, pretenden mostrar que, cuando estuvo en la tierra, ellos eran los suyos, y que habiéndolos amado, este sentimiento permanece inmutable, no cambia, y por tanto los amará por siempre.” (Page 19)
“El sentido de este discurso es, por tanto, hacer saber a las pobres almas que su corazón sigue siendo el mismo que cuando estaba en la tierra (con respecto a la piedad y compasión). Él intercede allí del mismo modo en que lo hacía aquí, y es tan manso, amable, fácil de tratar, entrañable y tierno que pueden tratar con él, concienzudamente, el gran asunto de su propia salvación con toda esperanza y obtenerla de una forma tan sencilla como si hubieran estado con él en la tierra.” (Page 14)
“Por tanto, nada puede ser más reconfortante y alentador para quienes hayan renunciado a todo tipo de vida excepto la de la fe, y cuyas almas persiguen con fuerza la plena comunión con Cristo su Salvador.” (Page 14)
“su obediencia hasta la muerte, su resurrección, su ascensión al Cielo, su lugar” (Page 13)
“ que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre,” (Page 17)