Digital Logos Edition
Esta obra, escrita por el conocido autor Les Thompson, trata el tema de la fe cristiana y la gran batalla que enfrenta cada cristiano. El pecado es la montaña más difícil de mover y a través de la vida el pecado nos ha reducido a nosotros, que fuimos creados a la imagen de Dios, a comportarnos más como demonios que como humanos. El autor nos enseña que con la verdadera fe en Cristo podemos vencer esa montaña y ser libres para caminar con nuestro Salvador.
“La fe tiene que ver con la acción de creer y confiar; la oración tiene que ver con el acto de suplicar y adorar.” (Page 163)
“En resumen, para que una fe sea eficaz tiene que tener lógica, razón, intelecto y conocimiento. Una fe sin estos elementos no es ‘fe’ sino superstición, ficción, algo irreal.” (Page 103)
“Al analizar la historia extraordinaria de esta madre cananea vemos: 1) La reverencia que demostró al acercarse a Jesús, llamándole ‘Señor e Hijo de David’ (el nombre mesiánico de Cristo); 2) el dolor agonizante que sufría a causa de la grave enfermedad de su hijita; 3) el amor intenso de ella, obligándola a ir a Jesús en busca de solución; 4) la humildad de ella al aceptar ser comparada con los perrillos, ya que era cananita y no israelita; 5) la desesperación de ella evidenciada al apoyarse confiadamente en las mismas palabras de Jesús: ‘los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos’; 6) la insistencia y perseverancia de ella, al negarse al desaliento ante una aparente negativa de Cristo; 7) la fe absoluta que tenía en la capacidad de Cristo para sanar a su hija.” (Pages 164–165)
“Dios no responde a nuestras plegarias sobre la base de lo que somos, ni de lo que hacemos. Él nos oye por lo que es: Un Dios de incomparable amor y piedad. Nos oye por la grandeza de sus promesas, por lo que nos ha prometido en su Palabra. Esas benditas promesas son como giros bancarios firmados por Dios. Los podemos llevar sin temor alguno al banco del cielo para cobrar. Él nos oye por el nombre bendito de su Hijo, quien murió precisamente para acercarnos a Dios. No nos oye por algo meritorio en nosotros los pecadores, nos oye únicamente por la grandeza de su nombre.” (Pages 167–168)