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El divorcio es una realidad de todos los días. Pero, ¿es ineludible? Cuando el matrimonio está en problemas, ¿debemos tratarlo como una bestia herida a la que se le da el tiro de gracia?
El divorcio no es nada nuevo. Entró al mundo por el pecado. El hombre violó el plan divino para la familia y ahora enfrenta las consecuencias. Dios no ordenó el divorcio. Pero, ¿Cómo le responderíamos a una mujer que sufre porque su esposo le es infiel, un hombre que no sabe qué hacer porque su esposa optó por una vida inmoral, una mujer y sus hijos que viven condenados al maltrato físico y emocional debido a la incomprensión de quienes le rodean?
¿Cómo debemos enfrentar este problema? Una puerta llamada divorcio contesta esta pregunta y brinda ayudas prácticas a quienes atraviesan la dolorosa experiencia del resquebrajamiento matrimonial.
“Nunca llegará el divorcio cuando dos cónyuges deciden abandonar su orgullo y egoísmo y tratarse con gracia y respeto mutuo.” (Page 23)
“Dios creó el matrimonio para que un solo hombre con una sola mujer tengan una relación permanente y fiel.” (Page 31)
“Si uno o ambos cónyuges miran su situación sin los lentes del arrepentimiento, del perdón y de la gracia, les parecerá que es una tarea imposible de lograr.” (Pages 22–23)
“Después de la relación del hombre con Dios, no existe relación más importante en este mundo que la relación con el cónyuge.” (Page 35)
“El matrimonio cumple el propósito de Dios cuando los cónyuges por medio de palabras, actitudes y comportamiento glorifican a Dios. Cuando suplen, mutuamente y en amor, su necesidad de compañerismo y ayuda recíproca.” (Page 32)
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Alicia Martinez
3/31/2014